Por fin llegamos a la Semana Santa y esas ansiadas mini vacaciones.
Si eres de las afortunadas que puede disfrutar de unos días de relax y desconexión, este artículo te interesará y si esta vez no te ha tocado el gordo, no te preocupes que te llegará, así que guardate este artículo para más adelante.
Serán unas vacaciones atípicas totalmente pero después de tanto tiempo sin poder movernos, estoy segura que nos va a saber a gloria.
Antes de entrar en barrena queremos pediros un favor: tener mucha cabeza. Podemos airearnos y divertirnos pero siempre desde el sentido común, que a veces nos venimos arriba y nos olvidamos que seguimos inmersos en medio de una pandemia mundial que sigue afectando diariamente a muchísimas personas.
Y dicho esto, vamos a ello.
En la última década hemos vivido un boom del turismo nunca antes visto y gracias a los vuelos low-cost, mucha gente que nunca se había planteado poder salir de su país ha podido hacerlo. Esto ha sido toda una revolución y ha resultado muy enriquecedor, porque ya sabemos que viajar enriquece el alma y la mente pero ojo, que detrás de todo esto también hay una cara mala.
Como pasa en muchos otros sectores la cara mala es la gran huella ecológica que esto está significando. A más vuelos, más contaminación atmosférica y a más turistas más consumo masivo por lo tanto más residuos.
Os queremos dejar un par de datos que seguro os ayudan a abrir los ojos.
Un avión emite unos 285 gramos de CO2 por kilómetro y pasajero. En un vuelo de Madrid a Barcelona la huella de carbono de una persona es de 150 kilos de CO2 por trayecto. En una ruta Madrid-Chicago cada pasajero sería el responsable de la emisión de 1.020 kilogramos de CO2 a la atmósfera.
Por cada tonelada de CO2 emitido se derriten tres metros cuadrados de casquete polar ártico. En un vuelo entre Berlín y Tenerife, de ida y vuelta, se produciría el deshielo de unos 5 metros cuadrados de casquete polar por pasajero.
Se estima que las actividades turísticas son responsables de aproximadamente el 5% de las emisiones globales. Según la Organización Mundial del Turismo, la huella de carbono de los establecimientos hoteleros supone el 20% del total, incluyendo calefacción y aire acondicionado, refrigeración de bares, restaurantes y climatización de piscinas. En cuanto a los medios de transporte, es el que genera el mayor porcentaje de emisiones del sector con un 75% sobre el total.
Y ahora diréis, ¿entonces que? ¿No podemos viajar más?
Pues no, claro que no, simplemente lo que sería genial es que entre todos nos concienciemos del impacto que tiene e intentar minimizarlo y/o compensarlo en la medida de lo posible. Por eso queremos proponeros algunas ideas sencillas para que podáis aplicarlas en vuestros viajes.
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